En la noche santiaguera,
donde el aire huele a mar,
crepita alegre la hoguera,
un rojizo palpitar.
Troncos viejos, piel quemada,
guardan historias del monte,
su alma ahora liberada
en la danza de la fuente.
Llamas vivas, lenguas de oro,
lamen la sombra que huye,
cuentan secretos, tesoros,
bajo el cielo que intuye.
Ascuas brillan, brasas rojas,
dibujando arabescos,
ahuyentando toda queja,
con sus cálidos besos.
Humo blanco se levanta,
perfumando el aire denso,
una promesa que canta,
de un mañana sin incienso.
Así el fuego, en la noche oscura,
corazón que siempre late,
calienta el alma, asegura,
que la vida es un rescate.
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