Hoy, entre muros humildes y gestos sinceros, la esperanza tocó mi puerta sin previo aviso.
No traía oro, ni promesas del cielo, traía alimentos, el pan preciso.
Garbanzos, arroz y algo de abrigo,
un gesto simple, pero lleno de abrigo.
Víctor, con voz cálida y paso tranquilo, entregó más que una canasta familiar: Un alivio.
El alma, vencida por días sin tregua,
hoy volvió a alzarse, sin tanta pena.
Porque en la bondad que el hambre apacigua, nace la fuerza, renace la espera.
Gracias a quienes, sin gran alarde,
dan dignidad cuando más se parte.
Hoy la olla canta, hoy la mesa aguarda, con humildes frutos… y esperanza en guardia.