La Felicidad
Nos jodieron la cabeza con eso de “sé feliz”.
Como si la dicha viniera en pastillas,
en títulos colgados,
en selfies con sonrisas de alquiler
y abrazos con fecha de vencimiento.
Nos dijeron: ve por ella.
Como si fuera una perra asustada
que se deja atrapar si corres lo suficiente.
Pero no.
La felicidad no se consigue,
no se compra,
no se folla,
no se firma con tinta,
ni se postea con filtros.
La felicidad es otra cosa.
Es ese instante idiota
en que te ríes de ti mismo sin saber por qué.
Es cuando hueles café y no piensas en deudas.
Es cuando alguien te dice “te quiero”…
y no estás esperando que lo diga primero.
La felicidad es cabrona:
llega sin avisar
y se larga si la atosigas.
Es una mariposa borracha
que se te posa en el hombro
cuando ya dejaste de buscarla.
Y sí, a veces se va.
Porque te duelen las ausencias,
porque el cuerpo se te quiebra,
porque la vida no tiene puta lógica.
Pero incluso entonces…
hay una parte de ti que sigue viva.
Que sigue soñando.
Que sigue sonriendo con los ojos cerrados
y los bolsillos rotos.
No se trata de ser feliz “del todo”,
se trata de no joderle la fiesta
a la felicidad que ya tienes.
Esa… la que no presume,
la que no miente,
la que se sienta contigo
a mirar cómo se va el mundo…
y tú te quedas quieto,
mirando también…
pero dándole la espalda,
perdiéndote la juerga
que estaba delante tu puerta,
frente a tu narices.
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Reflexión final
A veces creemos que no somos felices porque nos falta algo. Pero la verdad es que muchas veces… somos nosotros quienes faltamos. Faltamos a la cita con la vida sencilla, con lo que sí tenemos. Faltamos por estar distraídos, buscando lo que no hace falta.
Y así, nos perdemos la fiesta.
La que estaba justo ahí, en la puerta, esperando con una copa de vino, una risa sencilla… y una mariposa en el hombro.