Se volvió adicta a la poesía a escondidas, le gustaba escribir y desahogarse allí.
Se enamoró de la tragedia y de amores imposibles, se desveló por los deseos de un buen final.
Quería escribir cartas de amor y llevarlas en un buzón.
Se permitía bailar en el silencio de la estancia.
Se fue encariñando de la soledad que le generó su alma.
Se construyó una muralla, a la que negó la entrada.
Solo quería bailar con las notas de dolor, quería obligarse a tragar ese nudo que insistía en regresar y asfixiar su corazón.
Así que sola vivió en una cajita musical, haciendo llorar a quien se atreviera a su balada escuchar.