No tienes la misma mirada,
esa que un día me hablaba sin voz,
que se llenaba de estrellas al verme
y me arropaba con luz y calor.
Tus ojos...
ya no son aquellos refugios
donde el alma encontraba su paz.
Hoy dicen cosas que duelen,
cuentos que no quiero escuchar.
Tus ojos hablan por sí mismos,
ya no necesitan mentir.
Son espejos rotos del alma,
y no se saben fingir.
Ya no brillan cuando me miran,
ni tiemblan si paso junto a ti.
Sus pupilas cuentan historias
donde yo ya no soy el fin.
Y aunque aún los conozco de lejos,
y su forma no quiso cambiar,
la verdad es que tú ya no eres
la mirada que solía amar.