Puede que la vida quede amarillenta,
Deshojada como el árbol del otoño,
O con ese color instantáneo de una Polaroid.
Ese color agitado,
El progreso sin filtros de una juventud,
pura magia del pasado,
De calles en las rodillas,
De parques de hierro,
De Casas de Socorro,
Puntos de doña Paquita en la cabeza,
Y bronca sin merienda al llegar a casa.
La televisión única,
La película del sábado a la noche,
Los sueños en blanco y negro...
Esos colores entre el ocre, el ámbar y el amarillo
Guardaron, fielmente, los momentos,
Que quisimos congelar
Para que, en el momento del deshielo,
Nos disparen en el pecho a bocajarro
Cada primavera gris
Sorprendiéndonos a traición
Cuando alguna chapuza doméstica se nos dá por arreglar,
Por eso acuérdate que nuestros padres siempre quisieron que fuésemos arquitectos del futuro,
Abogados en nuestros errores,
Y médicos para cuando doña Paquita ya no esté.
Por todo esto, si solo has llegado a perito agrícola,
Siempre queda el consuelo de denominarse ingeniero técnico,
Y de que, todavía, los manzanos sigan dando manzanas.
Antes eran más sabrosas, porque las robábamos,
Nadie nos veía,
Nadie nos grababa.