El sonido no se ve,
pero se puede escuchar
y se puede disfrutar
como un íntimo placer;
es como la voz de fe
que nos viene a auxiliar
cuando se deben salvar
las angustias del no sé;
la gran ayuda invisible
que es cual secreta intuición
de una real libertad;
una fuerza irresistible
que emerge del corazón:
de devota soledad...