Echo en falta la figura de tu cuerpo,
la sonrisa de tu cara,
el sabor de nuestros besos.
Me persigue la armonía de tus gestos,
la sombra de tu mirada,
el pasar de tu silencio.
Aún guardo tu fantasma en el espejo,
tu espina en el corazón,
tu perfume en el deseo.
Me he consagrado al espacio de tus sueños,
a la ausencia de tu voz,
a la marcha de tu tiempo.
No he olvidado que tu pelo era trigueño,
que tu piel era de seda
con gotitas de oro nuevo.
Voy despacio saboreando tus recuerdos,
quizás logre yo poder
a la memoria dar freno.
Del momento de tu marcha aún retengo
un vacío perfumado
con esencia de veneno.
Me he propuesto como meta el olvidarte
pero no puedo,
me he rendido en el infierno de no hallarte
pero no quiero
y cuanto más me adentro en él,
más muero.