En el salón, una mesa,
sobre la mesa, un mantel,
sobre el mantel, un cuaderno,
sobre el cuaderno, un papel
que lleva una nota impresa
prometiendo amor eterno;
y tan solo esa promesa.
Sobre el mantel, la botella,
dos sonrisas al compás,
sus manos con las de ella,
dos copas y poco más.
En sus miradas, el otro;
en sus silencios, azar,
y en sus hormonas, un potro
a punto de desbocar.
Con las copas ya vacías,
se despojaron del velo
que del pudor les cubría.
Él acarició su pelo,
y lo que pasó después,
bajo sumario lo dejo...
Imagíneselo usted
poniéndose en su pellejo.