El apagón
de luz, inesperado,
hizo pensar.
Pensar en tanto
y en cosas que tenemos,
hasta que faltan.
En la energía
que alumbra nuestras casas,
sin darnos cuenta.
En el teléfono
que suena y comunica
con los demás.
En el cajero
del banco que parado
no da dinero
En ascensores
con gentes atrapadas
en un infierno.
En el desorden
y el caos de los semáforos
en plena calle.
En los enfermos,
en fase de cuidados
muy especiales.
En la familia
que fuera de la casa
sigue su vida.
Y en tantas cosas,
detalles y momentos
que da hasta rabia.
Porque la vida
del hombre, no merece
que ésta se pare.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/05/25