Ariel Wigodski 🇨🇱

A los 65.

A los sesenta y cinco el alma pesa, no por los años, sino por las ausencias,  
por lo que se dio sin medida ni cuenta,  y por lo que no volvió jamás en presencia.

Camino despacio, con sombra y sin ruido, la memoria es un faro y a veces castigo.  
No soy menos digno por necesitar,  
ni menos valioso por tener que esperar.

Sembré con amor, aunque el suelo era duro, crié con coraje, sin un futuro seguro.  
Y hoy, aunque falte el pan o el abrigo,  
me sigo aferrando a lo poco que digo.

Porque aún tengo versos, y eso me salva, aún tengo esperanza, aunque a veces me falta.  
Y si la vida quiso probar mi temple,  
le respondo con calma, sin que el alma tiemble.

No me defino por mi situación,  
sino por la fuerza de mi corazón.  
Y mientras resista, aunque el mundo me empuje, seguiré de pie, aunque el viento me cruje.