De su amor y mi amor emergieron
los mas bellos y dulces instantes;
que del cielo tenían el brillo
de regio celaje
Fueron tantos los días de gloria
que le oía decir adorarme;
que sentía mi espíritu inquieto
surcando los aires.
De sus manos sedosas y tibias
recibí las caricias más suaves;
que tenían la mágica esencia
de dulces vestales.
De sus ojos dormidos, y azules,
me entregó sus miradas vivaces;
que brillaban con esos destellos
de rayos lunares.
En sus labios hallé la dulzura
donde mi alma llegaba a embriagarse;
y perdido en sublimes antojos
me hacía adorarle.
Es por eso que nunca la olvido
y en mi mente pernocta su imagen;
que brindó de pasión el perfume
que hechiza y que atrae.
Autor: Aníbal Rodríguez.