A su lado, la vida volvía a florecer, renovaba cada parte de mi ser.
Reconstruía lo que parecía muerto
y volvía a descubrir los colores que escondía el amanecer.
Los matices eran visibles tras la luz incandescente, y las montañas elevadas,que nos bordeaban, cargadas de amor.
Abrazaban nuestra existencia con sus verdes y florecidos pastos,
que recorríamos cada día.
Bendecida vida y dicha junto a su mano, un ángel, un ser divino que parecía no merecer.
Una criatura extraordinaria que caminaba junto a mí cuando nadie más lo hacía, y su sonrisa, su risa irónica, eran una dulce melodía para mí.
Gratitud inmensa por compartir su vida junto a la mía, aún con tantos errores, me acompañaba cada noche y hasta el despertar.
Y todo el día, que parecía volverse corto tras cada aventura a su lado.