Imagino un poema.
Escribo un poema.
Leo el poema.
Borro el poema.
El poema no era tan bueno
luego que lo pienso.
Pero luego me pregunto:
¿No siento el poema, o siento
que no es bueno porque lo pienso?
¿Pienso que el poema no es bueno porque no lo siento?
¿Siento que pienso que el poema no es bueno
y por ello pienso que siento que no vale la pena?
Pero pienso en el poema,
y el poema no es virtud
de un pensamiento,
si no de sentimientos.
Entonces, vuelvo y lo intento:
Imagino un poema.
Escribo un poema.
Leo el poema...
¡Oh poema! Lo siento...