Y de pronto
empecé a sentir
un ardor profundo en la garganta,
como si el alma misma se cerrara.
Y supe —
que era el adiós
queriendo salir,
pero yo no podía,
no quería.
Este dolor en el pecho
llegó días antes,
avisando en silencio
lo que mi cuerpo ya sabía.
Todo se relacionaba:
la mente lo presentía,
la piel lo leía,
pero mi corazón…
iluso,
no lo creía.
Con cada gesto,
con cada palabra buena,
rescataba migajas
que terminaron volviéndose una cadena.
Aún tengo esperanza.
La abrazo sin fuerza.
Pero me pregunto, en lo hondo:
¿será verdad que sigue sintiendo algo en el fondo?
Yenny A. C. C.