No hay relojes en el alma,
pero el alma sabe cuándo duele.
Sabe del peso de los días
aunque el cuerpo no tiemble.
El tiempo no pasa afuera,
pasa dentro,
como un río que no se ve
pero va gastando la piedra del pecho.
Y uno no envejece por años,
sino por sueños que no fueron.
No por arrugas,
sino por silencios que no gritamos.
Tal vez vivir
es recordar que un instante,
puede durar para siempre
si lo tocó el alma.