Francisco Barreto

EPÍLOGO DE UNA CHICA SIN SUERTE

Una tarde solitaria de un día Domingo,

bajo las frondas de una Acacia colorida,

 me devolvió su corona de Princesa junto a los

te quiero”aburridos que permanecían colgados

en su escaparate de lisonjas y cumplidos.

 

Ni la soledad, ni el remordimiento, ni la nostalgia

acudieron en mi nombre para estorbarla en su nefasto afán.

 

¡El abandono estaba consumado!

 

Sólo alcancé a escribir para el final, a manera de epitafio,

la elegía que oportuna me ofrecía

el gran NERUDA a este amor de una sola vida y de un solo día:

 

Era esto el abandono y lo sabías

era la guerra oscura del corazón y todo

era la queja rota de angustias conmovidas

y la ebriedad y el deseo, el dejarse ir

y era eso mi vida,

era eso que el agua de tus ojos llevaba

era eso que en el hueco de tus manos cabía”....

 

....”Luzmary ya no es tan bella y esbelta

como cuando era muchacha.

Su rostro ya no describe al sol

!es heraldo de la noche¡.

Lleva en su cara huellas de surcos detenidos

como campos silvestres sin frutos ni siega.

 

Sus brazos ya no son cálidos, sino fríos y enjutos.

 

Sus carnes firmes, otrora bocado exquisito

ya no acompañan a sus muslos redondos y duros.

 

Y sus senos ya no sostienen al tiempo

son como las hojas de los árboles en el otoño.

 

Su cuerpo claro se oscurece por las sombras

que arroja su irrecuperable tiempo perdido.

 

Sus ojos ya no son grandes, ni veleidosos, ni fijos

son rasgados y dormidos

y se observan lejanos, como los pasos de sus amantes prohibidos.

vaivén repetido de las olas que regresan

a la triste calma del mar aburrido después del tifón..

 

Luzmary Eterna

Cómo no seguir amándote...

 

FRANCISCO A. BARRETO

 

 

Bahía de Byscaine, Florida el 28 de Enero del 2004