_La vendedora de flores_
Ramona vendía flores
por calles de barro y pena,
rosas marchitas, jazmines,
y un poco de luna llena.
Con paso corto y cansado,
cruzaba la madrugada,
hilando rezos gastados
en su canasta arrugada.
Compre, señora, una rosa,
pa’ perfumar la tristeza,
pa’ que no muera la mesa,
pa’ que sonría la cosa.
Así vivía Ramona,
vendiendo sueños baratos,
poniéndole a cada rato
un clavel a la derrota.
Pero una noche sin luna
no se oyó más su silbido,
y en cada esquina vacía
un jazmín quedó dormido.
Dicen que cruza en el viento,
flaca de cuerpo y de sombra,
vendiendo ramos de olvido
por cuatro centavos de honra.