Franjablanca

Partida de damas

Cambiaba tanto de camas 

como de ropa interior.

Un día, jugando a las damas,

me dijo: soy la mejor.

Y no mintió, no señor;

comiendo ficha tras ficha

recorrió todo el tablero

e incrementó mi desdicha

cuando perdí siete a cero.

 

Para más inri en mi cruz,

echó vinagre en la herida

de un siete en mi corazón

cuando me dijo al trasluz

de su mirada perdida

que pondría una condición:

la custodia compartida

de sus besos con pasión.

 

Compasión nunca sintió

en la noche de aquel duelo,

como tampoco el consuelo

de mí se compadeció.

Me pasé la noche en vela

leyendo la despedida

que me dejó en una esquela,

aunque seguía con vida.

 

Anoche la vi pasar

de la mano de cualquiera.

Ella no quiso mirar.

Y yo me cambié de acera.