Corazón distante
que conoces cuan desesperante
puede llegar a ser,
que tus latidos que me vienen
nunca me alcancen
ni me rocen.
Adónde mirar
cuando ese todo tuyo
no está,
y tu lejanía
es una epifanía extraviada
por el belén de la vida,
cuando la luz de nuestro eco
va y viene
a morir en balde
por la niebla de noviembre.
Y aunque a tu vela
se le acabe la mecha y la cera
por tan larga espera,
si viajas con el viento en su carroza,
verás que mi sueño te ama
aunque sea a solas.
¡Ay, corazón distante!
Que lates por un desierto
ciego de arena,
hoy te extiendo
la mano telepática de mi retórica,
como agua fresca
de oasis y de vida en este poema.