Si me voy lejos,
vierte en mi tú luminiscencia;
si he de partir,
no olvides mi terno;
los ropajes usados
en nuestra primera cita,
y los ramos que te ofrecí.
No olvides que solo tú has de ser
mi rayo de luz;
la brisa que alivia la herrumbre del final lacerante.
Si he de concluir el viaje,
recuerda que eres la criatura afortunada,
la soberana de mi pensar,
y la única estrella de mi firmamento.