Ha llegado, me dije, después de la larga espera.
Advertí, algo disímil en estas pausadas, pisadas.
No oí, abrir la puerta, cómo en noches pasadas.
Pensé, algo raro le ha pasado, Dios no lo quiera.
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Un aroma agrio y una pisada, nada firme sentí.
El ambiente, antes floral, se tiño de rancio olor.
En duermevela, aún, todo ese mal olor, percibí.
La razón de ello, no la sabía y sentí, ajeno dolor.
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¿Qué pasa? Él sabe mi tenaz rechazo, al alcohol.
En sepulcral silencio, me mantuve y lo observé.
Evoqué a mi madre, no pelearé, esperaré al Sol.
Ella decía: beodo no es gente, luego lo abordaré.
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Un escandaloso silencio, acunaba, mi ser herido.
No es justo, el sufrir, me dije, si ignoras su razón.
Yo sé qué, cada ser sagaz, tiene ojos y buen oído.
Dotada está la mujer de buen ojo y gran corazón.
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Sabido es qué, el alcohol, oculta o alarga las penas.
Mal consejo es, el disimulo y/o, a la cobardía, abrazar.
El alcohol, nada resuelve y arrastra viles condenas.
No es sensato quién, a su familia, sale a avergonzar.