Rosa Maria Reeder

La Abuelita que Tenía un Sol en el Corazón

La abuelita tenía un sol en el pecho,

brillaba sin prisa, sin alarde ni quejas.

Sus manos tejían historias de antaño,

y en su mirada, la luna jugaba en caños.

 

Sus cabellos, nieve suave en el viento,

eran nubes que guardaban un buen pensamiento.

Y sus palabras, como hojas doradas,

caían sobre los niños como lloviznas calladas.

 

—Ven, mi amor, te cuento un secreto,

el amor es tan grande como un dulce y viejo eco.

Lo que siembras en el alma, tarde o temprano,

florece en las risas, en las manos, en el grano.

 

La abuelita, con su abrigo de estrellas,

caminaba despacio, sin prisa ni huellas.

Su abrazo era un refugio, su voz una canción,

y en su regazo se tejía la lección.