Mi niña,
qué perdida está tu fe
tras tantas decepciones tuyas.
Es una pena verte sufrir,
llorar por tantos dolores,
cargar heridas
como si fueran todas culpa tuya.
Mi niña,
me duele verte en agonía,
cada día en esta vida,
con esa condena que arrastras todos los días.
Pero espera…
espera, mi niña,
porque aunque hoy duela,
la paz llegará
algún día.