A una gota de Rocío
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Lágrima viva del helado aliento
que deja con su boca la mañana
en la tez de la flor que se despierta
y bebe de su vientre el agua clara.
Con besos de calor el sol la dora
y la convierte en leve madrugada
para que se refresquen los colores
con una transparencia que resalta.
Mecida por un céfiro sutil
(mientras la vida en su interior se apaga)
en el tallo de algún cruce o camino
pierde fuerza y su cuerpo se resbala.
Gotea sin parar y se diluye
sin saber donde la aventura acaba;
morirá en el raudal de una vertiente
cuando no haya frescor en sus entrañas.
Si quiere, que se mezcle con mi lloro,
como una gota de rocío amarga,
y que refresque un poco mis mejillas
saladas en exceso por mis lágrimas.
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Fotografía y poema: Ramón Bonachí.