En la penumbra de la habitación,
donde las sombras bailan con la luz,
nuestros cuerpos se encuentran,
en un abrazo que nos consume.
Tu piel, suave como la seda,
invita a mis dedos a explorar,
cada curva, cada rincón,
donde el placer y el deseo se esconden.
Mi boca, ansiosa por saborear,
se posa en tus labios, suaves y cálidos,
y en ese beso, el tiempo se detiene,
y solo queda el presente, intenso y salvaje.
Nuestros cuerpos, entrelazados,
se mueven al ritmo de la pasión,
en un baile que nos lleva,
al límite del placer y la locura.
En ese momento, nada importa,
solo el presente, solo el deseo,
y en ese abismo de placer,
nos perdemos, y nos encontramos.