Se deshilacha el lazo, metáfora añeja,
de un tiempo clausurado, cual página compleja.
El pecho, ahora un eco de ausencias palpables,
donde antes danzaban quimeras amables.
Y murmura el alma, con sorna velada,
que aquel \"para siempre\" fue quimera alada.
Se siente el vacío, ironía punzante,
de un hueco que grita su historia mutante.
¡Oh, tú, corazón yerto, que te crees despojado,
por el fantasma lívido de un amor finado!
Escucha la paradoja, la verdad que se revela,
que la pérdida es crisálida, la vida que se anhela.
No eres el vestigio de un afecto difunto,
ni la sombra doliente de un pasado adjunto.
Eres la promesa de auroras ignotas,
el crisol alquímico de tus propias notas.
Todo ensueño tejido con fibra tenaz,
aguarda en la distancia, con audacia voraz.
Lo tangible hoy, si lo sientes exangüe,
es lienzo en blanco, tu pulso que lo exangüe.
Confía en la urdimbre sutil de tu ingenio,
la fuerza que reside en tu espíritu Eugenio.
Pues el miedo, sofisma de sombras proyectadas,
en la mente se hospeda, tras fachadas doradas.
Es la burla cruel del futuro incierto,
de aquello que el ojo aún no ha des-cubierto.
El peligro es real, amenaza latente,
mas el miedo, ¡oh, paradoja elocuente!, es tu arte consciente.
Así que levántate, Prometeo moderno,
y roba del mañana su fuego eterno.
No te ancle el ayer con su nostalgia insana,
construye la epopeya de tu propia mañana.
Transmuta la imagen que de ti concibes,
descubre las gemas que tu ser exhibe.
Haz de este quebranto, no elegía trivial,
sino el verso inaugural de tu gesta inmortal.
JTA.