Un centenar de veces le dedique poemas a la muerte, incluso le suplique que arrancará mi alma y la liberará en algún valle.
Incontenibles veces le lloré, ¿Cuánto se podría esconder?.
Nunca recibí su llamada, ni recuerdo su mirada, pero como sabía consolar un alma abandonada.
Hoy tan solo me duele mirarle a la cara.