Franjablanca

LUEGO TE LO DIGO

Al primer desatino, siendo un niño,

le vacié el cargador en sus dos llantas,

le asesté un cabezazo con un guiño

y le dije no sé de qué te espantas.

 

Con los años llegaron más errores

en perfecta cadencia y por capricho,

pero a todos les fui dejando flores

en mi tumba. (Descanse en paz mi nicho).

 

Me cansé de catarsis y reproches,

y dejé que el misterio fuera el dueño

del reloj de pulsera de las noches,

al que a veces robé horas de sueño.

 

No le rompo al ayer ninguna lanza.

Me declaro culpable, señoría;

no seré yo quien ponga en la balanza

de este juicio a la infame cobardía.

 

Ahora voy en el tren de la esperanza.

He comprado un billete a lo elegido.

Pararé en la estación de mi mudanza.

Pero eso te lo diré al oído.