Te busco entre los pliegues de la roca,
en los flancos eternos de tu seno.
Quisiera que la aguja, en modo pleno,
hilvane cada brizna de tu boca.
Yo soy solo un sintagma en tu memoria
que signa en sus lexías una esquela,
que tiene, cual partícula accesoria,
el carácter primario de la tela.
¿Qué importa si el postigo me indivisa,
si sé que el anatema (que es el tuyo)
nos cerca en lo profundo de un murmullo,
en un fuego incesante de ceniza?
Quizá vea lo verde y lo morado
en la faz persistente del cuadrado.