Despierta en mis sentidos su latido
con savia me susurra su ternura
y al rozarme la piel con su verdura
me devuelve el asombro ya perdido.
Se viste con fulgor en cada nido
con mares, con volcanes, con frescura
y en su voz de relámpago y dulzura
me enseña a respetar lo compartido.
Es cuna, es voz, es fruto y es bandera
y en su pulso cabemos como hermanos
del insecto al rosal, de sol a esfera.
Por eso a sus caminos soberanos
le entrego con amor la primavera
y estos versos que nacen de mis manos.