Podría esperar las primaveras que quiera,
y con cada débil suspiro, esperar a que él-
-Él o ella-
Venga a darme lo que no anhela.
Podría, en el desierto del amor, vagar cual mendigo,
ver que se consume la luna, sin su amor.
Sentarme a su lado.
Y oírla llorar, a la par de mi dolor.
Podría hacer de mis penas cuantos años quiera. Y no me quejaré.
Porque al sentir el deleite de esos labios.
De los siglos, petrificado,
me olvidaré.
De sed podría estar muriendo, y de amor podría estar igual.
Mas no cederé hasta que ella-
-Ella o él-
Con su canto, otra vez, la dicha bendita me pueda otorgar.
Si la última farola se apaga,
la mía seguirá opacando a las demás.
Hasta que él
-Él o ella-
La apague y me lleve a donde no me soltará jamás.
Si ella, o él.
Si él o ella,
se aleja, sin querer volverme a ver.
Correré, cual niño desesperado, tras sus frágiles huellas.
Si se acaba el mundo, si se nos va el verano.
Con el corazón fuera del pecho, al lado de él.
-Su lado, o el de ella.-
Dejaré que mis cenizas se desvanezcan en sus
manos.