Erika Castillo

Salvo el día

Y en este verano voraz e intenso, que nos arrasa la mañana y enlentece el final del día; con su aire sofocante, como se torna a veces la vida: sientes que te ahogas por momentos, te agobias, te sientes perdida…

Es un clima exasperante que casi te enloquece; la desesperación crece. Es un calor angustiante que no deja hacer tus quehaceres, que se empeña en robarte la energía y te hace pesado el día.

En un acto de amor y empatía, hago un pacto de paz con la alborada, y en ella, me mantengo serena y calmada: ¡salvo el día!

Es que el tiempo se me hace lento; me mitigo en el día y la noche no da descanso; ya no es remanso, pero en ese pequeño rato, a mi alma regalo espacio. Siento que crezco en resistencia; ha llegado mi momento: lo convierto en resiliencia.

Aunque pasa el tiempo, realizo mi trabajo y hago lo que quiero. Por más que me esfuerzo en darle color a mis momentos, hay cosas que aún no sano; persisten los miedos, me abruman las risas. Tanto así, como este clima que nos consume día a día, es una vida sofocante: ¡te hace trizas!

Al final del día, no sé qué es más desgastante: si el no reconocerme o el calor exasperante. Solo sé que por esos instantes de amor y empatía: ¡salvo el día!