La mirada palidece en el invierno,
sobre el viento frío que crepita,
en las copas de los árboles,
la noche y la lluvia se acercan
la soledad se confunde con la bruma,
y en el cielo tormentoso,
un blanquecino relámpago
fulgura en los ojos
Un viejo se estremece con la oscuridad,
como si su corazón entristecido,
reverenciara los lamentos del tiempo,
y las memorias de amor,
que brotan con las gotas de lluvia,
se desvanecen con el gris del atardecer.
Es el instante etéreo del ayer y el ahora,
entre garúas y recuerdos,
que se humedecen con los chubascos.
Es la hora de la lejanía, la hora de la calidez
para una piel que tiembla
y unos ojos remojados de nostalgias
un extraño vagar entre nieblas
entre el soplo de vientos invernales
y el anhelo ingenuo de ardores y pasiones
como si una pizca de vida se recibiera en cada gota
y un nuevo amor renaciera de su agua.