En los rincones del alma
reposan nuestros recuerdos
como fuegos hechos brasa
confiando que la nostalgia
los torne vivos de nuevo.
Se afligen, pues la esperanza
también se añeja como ellos,
y se agitan contra el drama
de ver pasar las mañanas
y el tiempo los vuelve viejos.
Es casa que vida guarda
con un talante longevo
y su perfil de añoranza
tiene una puerta de entrada
y otra puerta de regreso.
La cubre una bruma blanca
con una luz de misterio
que revuelve sus entrañas
y cuando el olvido alcanza
ya todo se vuelve negro.
No hay pena más desgarrada
que el olvidar los recuerdos,
pues sin pasado ¡no hay nada!
y quien olvida es carnaza
de demonios del infierno.
El pasado es una trama
que queda para lo eterno
y el presente cuando marcha
descansa dentro del alma
transformándose en recuerdo.