Hoy, primero de mayo, marcho.
No para pedir empleo,
ni un salario justo,
marcho distanciando mis pasos,
apartando mi historia
del trazo de tus dedos.
No hay pancartas,
no hay consignas,
solo el eco de mis pasos
rompiendo el silencio
que me ataba a tu voz.
Y grito.
No para pedir justicia,
sino para desatar este nudo invisible
que me sostuvo a tu vida
por un breve, ardiente trecho.
Es mi cuerpo el que avanza,
pero es mi alma la que se despide
vociferando en quebranto,
sin encontrar entre el bullicio un solo oído.