Amar es la condición idónea del ser humano: lo exalta, enaltece y hasta rejuvenece. El ser bien amado se nota; no se trata de mimos ni de mil besos en la boca. A veces, es menguar para que el otro sienta que le das el puesto que le toca. Y aunque suene bien, es tan difícil decirle al ego: apágate, dale protagonismo al amor, amarra a la loca.
El amor posee una energía que transforma, te quita el miedo, y aunque la marea arrecie y la tormenta azote de forma abrumadora, nada importa cuando el amor es nuestra fuerza impulsora.
Amar genuinamente es ceder espacio, permitir que el otro brille con luz propia, que se renueve en otros brazos, que sonría por la alegría de haberse hallado. El amor nos hace frágiles y obstinados, y no es de sabios negarlo.
Es un acto de generosidad y entrega que no busca ser expuesto; se da con tal agrado, que el agradecimiento no es necesario. El amor es tan sublime y delicado, que basta un instante para cultivarlo... y quizá, en algunos casos, una vida entera para olvidarlo.
Del amor puedo escribir por horas. Son tantas las historias, las proezas y los engaños, las mil y una cosas que el hombre ha hecho en su existencia, en esta vida bella y loca.
No hay nada más hermoso que hablar del amor y sus logros; realmente nos hace grandiosos, nos lleva por senderos preciosos, aunque el camino sea escabroso... y no es contradictorio.
Es que cuando nos llega el amor, adiós corotos. Increíble cómo todo cambia cuando nos vemos en unos ojos que esperan ansiosos por nosotros… es que las cosas del amor son de locos: por exagerados, genuinos y hasta tontos.
Espero que nos llegue a todos, aunque sea una vez en la vida, un amor que nos convierta en retontos y nos deje con el corazón destrozado, en mil pedazos, muy roto. Aunque duela mucho, en serio, de todo corazón; algo remendado y con un soplo, les digo: “Que no hay nada más grande, más sublime y poderoso, que vivir un amor sabroso.\"
by Erika Castillo