Ricardo Castillo C.

LA SORPRESA DEL AMOR TARDÍO

La vi en la brisa de un dulce verano,
con luz en los ojos y un halo inmortal.
Su risa era un canto que el viento adoraba,
sus labios… el sueño que me hizo esperar.

La vi… y el mundo giró de repente,
como si el tiempo dejara de hablar.
Y yo, que creía que todo era sombra,
renací… sin saber qué era amar.

Pero era tarde para este viajero,
de pasos cansados, de alma sin fe.
Y aunque su risa calmó mi desierto,
el miedo al abismo me hizo ceder.

Así nació este amor imposible,
brillando en la noche como un despertar.
Un fuego encendido en pleno invierno,
una primavera que el otoño alcanzará.