José Antonio Artés

EL HILO MATERNAL

Madre, no pediste promesas,
ni monedas de cambio,
solo abriste los brazos
como quien abre el mundo.
Me custodiaste el sueño,
las rodillas raspadas,
el miedo al relámpago,
el hambre de futuro.

 

Tus abrazos sabían a refugio,
a tardes cálidas sin relojes,
a un idioma secreto que aún guardo
bajo la piel de mis sentimientos.

 

El hilo que nos unió
se convirtió en invisible,
en un eterno lazo
que aún nos cose la vida,
desde el primer latido,
desde el silencio que nos enseñó
a nombrarte.

 

No hay distancia que corte
ese cordón antiguo:
ni el tiempo,
ni la culpa,
ni siquiera el olvido.
Sigues, madre, tejiéndonos el alma,
sin pedirnos más
que ser nosotros mismos.

 

José Antonio Artés