Javier Julián Enríquez

El resplandor de la virtud

Si el hado veleidoso, en su osadía,

con ímpetu soberbio te afligiere,

y el ánima doliente sucumbiere

al férreo yugo que el dolor envía;

 

no cedas al quebranto que porfía,

pues toda adversidad se desvanece,

cual nébula fugaz que palidece

cuando el alba disuelve la agonía.

 

Efímera es la dicha mundanal,

cual pétalos que esparce el vendaval

en danza fugitiva y transitoria;

 

mas queda el resplandor de la virtud,

cual faro que en eterna juventud

trasciende más allá de toda gloria.