Si me apartas de tu vida, pierdes tú:
te privas de mi esencia, mi ser y mi luz.
Si me cierras la puerta, no solo a mí la cierras:
te aíslas del eco de mi alma en la tierra,
de la esencia sutil que mi ser manifiesta,
y la luz que, al negarla, tu sombra acrecienta.
Si sellas mi boca, tu voz también callas;
los versos que fluyen, tu oído los falla,
mi fiel gratitud, silencio en espera,
y el eco de afecto que tu alma entierra.
Si nublas mis ojos, tu vista se enturbia:
ciegas tu alma a mi brisa más tibia,
a colores del mundo de mirada limpia
y a la bella inocencia que mi ser irradia.
Si menguas mi alma, tu espíritu mustias:
mi fuego es la vida que tu inercia rehúsa,
el mundo sin brillo, una carga que abruma,
y la calidez de mi aliento se esfuma.
Si apagas mi voz, un latido se pierde:
el grito sincero de un anhelo que muerde,
la vibración única que mi ser vierte,
y la melodía vital que tu silencio pervierte.
Si pones distancia, se aleja el instante
dorado, amarillo, de un azul vibrante.
Te privas del lazo, del sentir constante,
y de la riqueza sutil de un encuentro fragante.