Marvin Ramirez

Sigue Siendo Ella

Su voz, un susurro celestial, acarició mis oídos como una suave brisa en una cálida tarde de verano. Su risa, una melodía angelical, llenó mi corazón de una alegría indescriptible. Cada nota resonaba en mi alma, despertando emociones que creía olvidadas.

 

El tiempo pareció detenerse mientras escuchaba su voz, cada palabra un tesoro que guardaría para siempre en lo más profundo de mi ser. Su risa, un bálsamo para mi alma, sanó heridas que el tiempo no había podido cerrar. En ese instante, supe que había encontrado algo verdaderamente especial, algo que trascendía las limitaciones del mundo terrenal.

 

Si esto era un sueño, rogué que nadie me despertara. ¿Podría un simple mortal como yo tener la dicha de experimentar tal felicidad? ¿Podría un hombre tener la audacia de esperar que este momento durara para siempre?

 

Aunque solo fue una fracción de segundo, el sonido de su voz y su risa resonaron en mi interior como una sinfonía eterna. Esos preciosos segundos se convirtieron en un tesoro invaluable que guardaría celosamente en mi corazón, un recordatorio constante de la belleza y la felicidad que había experimentado.

 

En ese breve instante, toqué el cielo y vislumbré la eternidad. La calidez de su presencia me envolvió, y por un momento, me sentí completo. La vida había adquirido un nuevo significado, y supe que nunca volvería a ser el mismo.