Los dioses del mundo.
Vienen a romper los hilos,
a deshilachar los hábitos,
a quemar los libros de poesía
con saliva de fuego.
Vienen en la noche embriagada,
con los pies descalzos
y el corazón cubierto de cenizas.
¡Oh, dioses del mundo!
¡Vuélvanse locos!
¡perded el juicio de oro y mármol¡
para que esta sociedad
se arrebate al fin
de la sombra del mendigo,
y caiga,
como fruto podrido,
sobre su propio silencio.