No me gusta el calor,
pero si vienes tú,
soporto el verano
como si fuera brisa.
Y aunque el sol me pese,
me vuelvo playa,
me vuelvo orilla,
solo por ver tu sombra, caminar junto a la mía.
No me gustan las mentiras,
pero viniendo de ti…
hasta me las creería.
Porque tu voz suena a verdad
aunque sepa que miente,
y tus ojos —esos ojos—
me prometen lo que no darás,
pero igual le creo.
No me gusta esperar,
pero por ti,
mi reloj aprende paciencia.
Y aunque odio la duda,
si tú me miras con ternura,
acepto el silencio
como si fuera reliquia de madera.
Hay tantas cosas que no me gustan,
y aún así,
las amo cuando vienen contigo.
Qué injusto es el amor,
cuando se disfraza de una costumbre
y te hace querer lo que un día juraste no pedir, ni sentir y ahora no lo puedes evitar.