Hay días en que el espejo
no refleja el rostro…
refleja la historia.
No veo solo mis ojos,
veo los ojos del niño que fui
preguntando si ya lo perdoné.
Veo cicatrices
que no dejó el tiempo
sino la culpa,
el silencio,
la costumbre de callar.
Me miro
y a veces no me reconozco.
No por los años,
sino por las batallas que no conté,
por las veces que fui otro
para no ser lo que dolía.
El espejo no miente,
pero tampoco consuela.
Solo está ahí,
esperando que tengas el valor
de mirarte sin pretextos.
Y yo…
me miro.
No para juzgarme,
sino para recordarme
que sigo aquí,
a pesar de todo.