Materia nombrada, retazos eternos y nulos de nuestros faros, juegos de antenas vacíos y escasos, cárcel en la remota cima. Ciclos -como de hormigas y hojas en lo bajo- manchando el aire, me trazo; y si no sin forma, desde el barro a las raíces me confundo. Entre la imagen y el punto, sugiero un apoyo rotundo; y en eso colapsan las tierras, se acoplan mis ejes, y el ancla de los sueños toca fondo y se tranca.
Me quiebro, helado. Y al fin, avanzo.
Presencié una extensión insólita, como atravesando un espejo con los ojos nublados. Con la mano suelta, quité escarcha de mi rostro, hasta que un sinfín de cristal brillante me redujo en un vacío de repentinos silencios y búsqueda de constelaciones, y hundí la mirada en la tibieza de un amanecer que abraza horizontes; como el dulce viento sobre las plantas, rodando desde un eje encarnado… hasta que tuve que callarme, mientras que creciendo en la cima, se elevaban las bajadas.