Detrás de la puerta, se encuentra la tristeza,
mansamente desnuda, naturalmente en silencio,
deslizando su manto invisible,
como alas de sumisión que te aprisionan,
con los cerrojos crueles de recuerdos.
Ahí está, en su reinado de secretismo y matices,
levantando el santuario de nombres e imágenes,
que arrastran las emociones y la mirada,
mansamente, a la suntuosidad de lo negro y lo oscuro,
como si el cuerpo levitara sin alma,
y la tristeza fuese el podio para su proclama.
Detrás de la puerta está,
esperando beber mi espíritu,
para ocuparlo todo,
la mañana, la tarde, la madrugada,
y coronar con su opulencia,
el afligido cuerpo que hoy encarno,
recreando en la decrepita osamenta,
su fasto de gris y de abandono.