Padry

OCTAVA FINAL

Ay esperanza, qué sencilla es la vida,

una flor se marchita y otra se queda,

y en su común acuerdo con mi herida

marchitada la encuentro en la vereda.

Yo escondido en mi llanto, su partida

veo, turbado y frío en la alameda.

Ya late el corazón tronando estío;

ya inmóvil,  ya inerte, ya vacío.