Poesía mía, prisionera...
¿Por qué me traicionas?
No te calles, tampoco me hables.
Me llevas por delante mujer,
caída dulce y amorosa,
caricias en la ida y en la vuelta.
Yo prisionero
envuelto en el poema que amo,
lejano cielo y dos almas esperando.
En unos ojos, no sé que hay,
quizá un vespertino vendaval
que quiere cambiar mis versos.
Roen los anhelos
y luceros de esperanza
por un amor que ha de llegar.
Así mi alma goza
de su pasión, que será eterna…
Mi llanto alegre moja las auroras,
huellas de ida, huellas de vuelta.
©.