Edwin Acosta Pena

Huellas de ida, huellas de vuelta.

 

Poesía mía, prisionera...

¿Por qué me traicionas?

No te calles, tampoco me hables.

 

Me llevas por delante mujer,

caída dulce y amorosa,

caricias en la ida y en la vuelta.

 

Yo prisionero

envuelto en el poema que amo,

lejano cielo y dos almas esperando.

 

En unos ojos, no sé que hay,

quizá un vespertino vendaval

que quiere cambiar mis versos.

 

Roen los anhelos

y luceros de esperanza 

por un amor que ha de llegar.

 

Así mi alma goza

de su pasión, que será eterna…

Mi llanto alegre moja las auroras,

huellas de ida, huellas de vuelta.

©.