Ahora, con el cerebro congelado,
el delirio aún flotando,
y el canto del perro de al lado,
con el momento difuso,
y el discurso confuso,
riman las palabras extrañas,
cual si tuvieran viejas mañanas,
parecidas todas las mañanas,
en caos que se repite,
repite y compite,
por encontrar inspiración,
o al menos algo de paz,
o por lo menos resignación…
para soñar.